Maridando el vino con la arquitectura

La vinificación es hoy un proceso industrializado, y como tal debe ser entendida en el procedimiento de elaboración del vino, con sus instalaciones, maquinaria y tecnología.
Pero existe una gran diferencia con cualquier otro producto de fabricación en serie y automatizado, que consiste en su viveza, en su gran sensibilidad a los cambios climáticos y personalidad, que exige una elaboración especifica según requiere cada zona geográfica y cada tipo de vino.

Debido a esta diferenciación, la arquitectura debe de contribuir a la originalidad y los caracteres del vino, y ser vehículo funcional y estético de la filosofía de innovación y tradición enológica de cada región. Por ello se establece una simbiosis entre vino y arquitectura, por medio de su hábitat natural y del proceso técnico adecuado.

La arquitectura del vino ha sido siempre la materialización del culto a éste. De los templos dedicados a Baco a las actuales bodegas, que recorriendo los espacios del vino, evocan a la dialéctica entre la naturaleza y el hombre. Por ello estas construcciones deben expresar el espíritu del vino mediante el soporte arquitectónico y el hábitat específico creado para su elaboración y crianza. Deben ser transmisora de valores inherentes al vino, como la ciencia, el arte y su proyección social.

 

 

Estos edificios están estrechamente interrelacionados con el clima y la morfología del paisaje.

El diseño y estructura están pensados para dar sentido al paisaje que le rodea. Se trata de adaptar la arquitectura a un paisaje excepcional y al proceso de producción del vino.

Las recientes construcciones relacionadas con el mundo del vino ocupan un lugar destacado entre los edificios más publicitados y reconocidos de nuestros días, quizás porque el vino ya abandonó la oscuridad en la que permanecía, para asociarse a la arquitectura mediática, como recurso un con el que competir, y una búsqueda de un contenedor que constituya por sí mismo un instrumento mercantil que proyecte una imagen de calidad.

Los edificios para el vino son resultado de una mezcla ponderada entre la perfecta adaptación funcional al medio físico y artesanal y la generación de espacios sorprendentes y sugerentes.
Aunque algunas construcciones no merecen la categoría de arquitectura, buena parte de ellas suponen un juicio de valor que supera lo estrictamente productivo y se adentran en los límites de la disciplina arquitectónica.

 El vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza (José Ortega y Gasset)

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