¿Es la vida un juego?

El juego de la vida de Conway es en realidad un juego de cero jugadores, lo que quiere decir que su evolución está determinada por el estado inicial y no necesita ninguna entrada de datos posterior. Pero en el juego de la vida real y/o el juego democrático no está todo determinado por el estado inicial. Se desarrolla con jugadores de carne y hueso, reales, que más o menos piensan y tienen inteligencia colectiva.

Existen unas reglas, ciertamente, pero su evolución no está determinada por su estado inicial. Ni para el juego de nuestras vidas, ni para el juego de nuestra democracia. En efecto, podremos tener ciertos códigos genéticos y determinadas reglas de juego injustas en nuestro sistema electoral, pero éstas no son totalmente determinantes. No somos pizarras en blanco, ni en el juego de la vida ni en el juego democrático. Tenemos mucho que hacer, decir y decidir. Existe mucho espacio para escribir la hoja de rutas de nuestras vidas y nuestra democracia.  Tanto en el juego de la vida como en el el juego democrático, contrariamente a lo que piensan algunos, dependerá de lo que hagamos, de cómo juguemos, de cómo cooperemos… para obtener un resultado u otro. Seremos lo que queramos ser y conseguiremos lo que queramos conseguir si jugamos bien, si lo hacemos en suma con inteligencia colectiva. La renuncia a no participar en el juego de la vida o en el juego de la democracia es la forma menos inteligente de jugar.

La programación genética se puede utilizar para desarrollar estrategias más o menos exitosas contra otros jugadores mediante la selección natural. La mayoría de los videojuegos utilizados en la teoría de juegos son juegos de cero jugadores en su definición común, donde se utilizan muchas iteraciones de las acciones de los jugadores simulados para determinar la estrategia óptima para un problema particular como el dilema del prisionero. Esta simulación no tiene por qué tener lugar en un ordenador, pero es un caso común en problemas complejos con muchas iteraciones y estrategias.  Pero en la vida real las cosas son bien diferentes. Es muy difícil sustraerse a lo que nos rodea por acción u omisión. Vamos que, de una forma u otra —consciente y/o inconscientemente— siempre estamos jugando. Se podrá decir, por ejemplo, que el teorema de incompletitud de Gödel implica que cualquier intento de construir una teoría del todo está abocada al fracaso. El teorema de Gödel dice que cualquier teoría matemática suficientemente compleja es o bien inconsistente o incompleta. ¿Será posible?

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